Una victoria ante el RCD Mallorca importantísima es lo que pudimos conseguir el pasado fin de semana. Una victoria que nos acerca aún más a la orilla de la que todavía estamos lo suficientemente lejos como para no hacer pie, así que debemos seguir remando, mucho, para que la corriente no nos arrastre hasta la Segunda División B.
El partido no va a pasar a los anuarios de la historia del fútbol porque hubo un juego ramplón y de mucha especulación por parte del equipo balear, de ahí que recibiese el castigo de la derrota por parte de un Albacete Balompié que hasta que no marcó el gol no hizo un partido más o menos aceptable.
Dentro de la alegría del resultado y, sobre todo, de lo que supone, me queda un poso de duda por ver lo que nos costó sacar el partido a pesar de que el equipo de enfrente no ofreció nada, por lo que tengo miedo de qué pueda ocurrir cuando nos enfrentemos a equipos con más calidad, aunque afortunadamente, el calendario que viene se va a comportar bien de manera general en ese sentido.
Solamente nos queda el milagro de seguir sacando victorias en las jornadas venideras, casi tantas como las que hemos sacado en el resto de la temporada pero parece que ahora sí se ve como algo posible desde la llegada de Ferrando y con el cambio de juego y actitud en el equipo.
Mención especial me merece la afición de este equipo, tantas veces cuestionada por sí misma, y que una vez más demuestra estar por encima de la altura exigida. En un partido en el que la lluvia arreció durante más de una hora, demostramos que estamos con el equipo aguantando estoicamente hasta el pitido final. Estando en la situación que estamos, se sabe que alrededor de un centenar de albacetistas viajarán hasta Valladolid para dar apoyo al equipo.
¿Merecemos seguir en Segunda División? Desde luego, la afición sí.
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